El 70% de los funerales en la Bahía de Cádiz son incineraciones frente al 30% de la Sierra Albor se integra en ILERNA para aunar la mayor oferta de FP presencial y online de España

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Hace un par de generaciones, uno se moría y se le enterraba. Aunque la Iglesia católica había dicho a principios de los sesenta que incinerarse no era una práctica "contraria a ninguna verdad natural o sobrenatural", la costumbre es la costumbre y el tema, muy serio. Actualmente, sin embargo, no es que las cosas sean distintas: es que han cambiado como un calcetín. Mientras que la cremación representa un 50% de los servicios funerarios a nivel nacional, en el ámbito de la Bahía llega al 70%. Una modalidad que lleva años viviendo un crecimiento paulatino: "Todos los años, las cremaciones aumentan en torno a un 1 o un 1, 5%", comenta José Luis Ferrer, gerente de Cemabasa. Ferrer asocia este crecimiento a la influencia de los extranjeros ingleses y alemanes, residentes sobre todo en la costa de Málaga, "y que luego ha ido pasando a otras zonas".

Julio Ortega, gerente de Remedios Seguros y responsable de la Funeraria Virgen de los Remedios, comenta que en la zona de Jerez las cremaciones también sobrepasan el 60%. Sin embargo, en la Sierra el porcentaje es mucho menor, aunque también sigue subiendo cada año: allí, sólo se incinera al 30% de los fallecimientos. Cultura de las urnas, cultura de los túmulos.

"En la Sierra –desarrolla– se lleva más el concepto del nicho en propiedad de la familia, y también se lleva mucho el tema de ponerle a los nichos lápidas de buena calidad. Está muy presente el culto del enterramiento: la gente mayor deja dicho que ellos se quieren enterrar con sus padres y demás, o lo especifican cuando contratan el seguro de decesos. Además, en la zona de la Sierra todo esto aún tiene mucho de social: se ve mucho quién va al cementerio o no".

También, y no es una cuestión menor, influye la infraestructura: en la Sierra hay menos hornos incineradores. "Es muy distinto que tengas que ir hasta Villamartín, o a Ronda, Arcos o Jerez, a que tengas esa opción en tu localidad –continúa Julio Ortega–. En cambio, Cádiz, por ejemplo, no tiene cementerio propio: socialmente, es al contrario que en la Sierra. La gente no va a ir continuamente a Chiclana. En Jerez, al principio costó mucho introducir la incineración, pero después la gente lo ha ido pidiendo". Al igual que en la capital gaditana, además, muchas iglesias jerezanas han ido incluyendo columbarios en los últimos años.

"Al final, es por comodidad –concluye–. A nivel de precio resulta prácticamente igual: las compañías te cubren una cosa o la otra. Quizá sea un poco más barata la inhumación que la incineración, pero hay que tener en cuenta también el tema de las concesiones y demás".

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Un respaldo a la práctica de la incineración fueron las palabras del Papa Francisco, "subrayando que las cenizas no deberían dejarse más que en lugares sagrados o destinados a tal efecto", indica José Luis Ferrer. No sólo es consejo papal: abandonar una urna o tirar al mar las cenizas de un difunto está prohibido –a no ser que se obtenga un permiso especial de la Dirección General de la Marina Mercante (DGMM) o de la autoridad competente–, ya que son materia contaminante. Al respecto, el reto del Cementerio Mancomunado es que las cenizas se queden allí: "Hay soluciones gratuitas para el depósito de cenizas: ofrecemos la inhumación o el esparcimiento en la zona del Pebetero". Luego están el enterramiento en la orilla del lago o la alternativa de dejar la urna en el Bosque de los Recuerdos, donde las cenizas se depositan bajo un árbol (pino, acebuche, algarrobo u oliva) en una urna biodegradable. Esta opción, que puede acoger las cenizas de hasta cinco personas, se puso en marcha hace ya años y está teniendo una buena acogida, "además de los tradicionales osarios, panteones, nichos... Más del 50% de las cenizas que cremamos en el cementerio se quedan en el Mancomunado. Psicológicamente –añade–, es importante tener un lugar de referencia para el recuerdo".

Además, está la recuperada opción del relicario, joyas en forma de cruz, corazón, estrella... en las que se introduce "un puñado de cenizas en recuerdo. No es una cosa extraña, aunque tampoco es de lo más habitual".

Respecto a los cambios que ha podido dejar la pandemia, Julio Ortega comenta la asunción de los velatorios cerrados por la noche. Desde Cemabasa indican que lo normal es que todavía se vele al fallecido. "De hecho, cuando había limitaciones, la gente se tomaba muy en serio el no poder estar –comenta Ferrer–. La pandemia nos ha procurado momentos tremendamente duros que afortunadamente ya hemos superado". En ese sentido, una vez que pase Tosantos, Cemabasa inaugurará un monumento, 'Las alas del recuerdo y la esperanza', dedicado tanto a las personas que fallecieron por covid, como a los familiares que han padecido todas las limitaciones o a los colectivos que han luchado contra la crisis sanitaria.

"Lo que se ha asumido bastante –continúa Ortega– es el tema del catering: cada vez es más profesional y preparado, con algún tanatorio que está pidiendo sushi. Más que un velatorio, es un acto social de despedida". Sofisticar un poco, al fin y al cabo, lo que se hacía en las cafeterías del lugar.

También, afirma, se está empezando a preguntar por el tema del homenaje, al estilo de lo que hemos visto muchas veces en las películas. Como todas estas innovaciones, el fenómeno avanza de los Pirineos a Despeñaperros: "En vez de ceremonia religiosa, lo que se hace es un homenaje durante el catering –explica Julio Ortega–. Una persona se pone en contacto con la familia y les pregunta cómo quieren que sea el homenaje, qué anécdotas pueden contar, cómo era su perfil... Suele ser un periodista o alguien que sabe escribir, y hace un texto sobre lo que le van contando. También se pueden incluir música e imágenes, pero esto es menos habitual porque emociona mucho. Parece que ha entrado tímidamente, pero en Barcelona ya está en un 80% de las solicitudes".

Esto puede ocupar el vacío que suele dejar el responso, que a muchos les parece algo más automático y frío, "aunque la persona religiosa –corrobora José Luis Ferrer– siempre lo haga en su parroquia, y allí en vez de un responso, dan una misa y el acto siempre está más personalizado".

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