La escritora Elena Poniatowska, tras el robo a su casa: “El ladrón no se llevó ni un solo libro, eso me da mucha tristeza”
Robaron en la casa de la escritora mexicana Elena Poniatowska y la autora dice que le da lástima que no se llevaran ningún libro. “Buscaron, encontramos todo patas arribas, pero no le interesó al ladrón ni un solo libro”, cuenta por teléfono a EL PAÍS, “me da hasta tristeza, aquí en México nadie se roba nunca uno”. La autora ha denunciado el hurto de su computadora personal y de un lector de CD.
El domingo, al regresar a las 17.00 de una comida con sus hijos en un restaurante libanés cerca de su domicilio, la escritora encontró la puerta abierta y la casa, ubicada en la tranquila colonia de Chimalistac, al sur de Ciudad de México, toda desordenada. “Los calzones, los brasieres, todo por el suelo... Estaban buscando algo, un joyero o algo así, pero yo no tengo joyas, tampoco tengo aquí obras maestras, aunque quizás para eso haría falta un ladrón especializado”, apunta.
La autora, premio Cervantes en 2013, señala que tenía muchos documentos personales en el ordenador portátil robado: las columnas que escribe todos los domingos en el periódico La Jornada, el inicio de una nueva novela y el de un cuento. “Pero esos los tengo en mi cabeza, que es también una computadora, espero que no se me averíe”, señala irónica. La familia ha interpuesto una denuncia ante la Fiscalía de Ciudad de México, que ha abierto una carpeta de investigación por robo a casa habitación sin violencia y desplazó hasta el lugar a expertos en fotografía, dactiloscopia, criminalística y valuación.
“Vinieron por lo menos 70 unidades a mi casa, una tras otra, vinieron todos a ver, también algunos privados, unos policías vestidos de civil y otros con sus uniformes azules”, refiere la escritora, que añade que en el barrio hay seguridad privada, pero que “les valió gorro” a los ladrones. Chimalistac es una colonia de calles empedradas y hiedra en muros y paredes, escondida entre Coyoacán y San Ángel, en la alcaldía Álvaro Obregón.
La escritora, que reconoce que es muy confiada —“a todos les digo: pásele a la casa, pásele”—, vive cerca de un parquecito y una parroquia: “Deben ser ladrones domingueros, que van a misa primero”. Y apostilla: “Imagino que era robar en mi casa o en la iglesia, pero las cosas que hay en la iglesia son grandes y es difícil llevárselas. Mi laptop era fácil, yo creo que la van a andar vendiendo”.
Poniatowska, de 89 años, asegura que no va a tomar ninguna medida adicional de seguridad: “Qué medida voy a tomar, si yo ya me voy a morir”, se detiene un segundo y añade, “quizás un casco, por si me dan con un mazo en la cabeza”. Rechaza volver a contar con la protección de un perro, porque ya tuvo uno, Shadow, que se murió y le dio mucha tristeza, como cuando las ardillas atacaron a su loro o se perdió su gato Monsi.
Aunque trata de quitarle importancia, la escritora reconoce que ayer estaba muy bien, pero hoy ha amanecido “un poco triste”: “Un robo es una agresión, es una violación a tu intimidad”. Pero antes de colgar el teléfono, ante los deseos de que recupere el ánimo, se recompone y termina: “Seguro que mañana ya amanezco más contenta”.
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