'El año del descubrimiento': La clase obrera necesita una revolución (y ver esta joya documental)

'El año del descubrimiento': La clase obrera necesita una revolución (y ver esta joya documental)

'El año del descubrimiento': La clase obrera necesita una revolución (y ver esta joya documental)


    Qué mejor lugar para hablar de la clase obrera española que el bar, que es casi como un templo donde muchos acuden (o acudirán cuando el Covid-19 nos lo permita) después de su jornada laboral para echar pestes de su jefe, liberar estrés con una doble o simplemente celebrar que, a partir de ese momento y hasta la mañana siguiente, son libres. Admítelo: el bar es el lugar donde has tenido las conversaciones más profundas de tu vida, de esas donde parecía que intentábais arreglar el mundo entre cacahuetes y pinchos de tortilla. Quizás incluso hubo un momento de catarsis, en el que las experiencias individuales se convirtieron en miserias compartidas. Y de alguna manera, Luis López Carrasco ha logrado encapsular todo eso (y mucho, muchísimo más) en los 200 minutos de El año del descubrimiento, ganadora del Goya a Mejor Documental. Que no os asuste su duración: cada segundo vale oro.

    Si uno encendía la televisión en la España de 1992, posiblemente se encontrase con los grandes eventos que convirtieron temporalmente a nuestro país en el centro del mundo: los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Exposición Universal de Sevilla. Dos lugares donde nos presentamos como una nación moderna y efervescente, muy alejada ya de aquella dictadura tardía que terminó con la muerte del Caudillo en 1975 y asentada en la democracia que vino después. La imagen era fantástica, y ha sido idealizada hasta la extenuación, pero también era incompleta. Pocos recuerdan hoy que, el 3 de febrero de aquel mismo año, el Parlamento de la Región de Murcia ardió después de unas virulentas protestas de los trabajadores que denunciaban la desmantelación del tejido industrial de la zona. El gobierno de Felipe González gastó millones en promocionar nuestra condición de país en alza, pero al mismo tiempo introdujo un proceso de reconversión industrial que empezó a desatar el liberalismo salvaje, provocando privatizaciones de empresas y despidos masivos en lugares que, aún hoy, no se han recuperado.

    Alina Film

    Una de ellas es Cartagena, donde se sitúa ese bar de tiempo indeterminado que funciona como escenario único de El año del descubrimiento. Y es que Carrasco ha construido, como él mismo dice, una "cápsula del tiempo": un bar que parece sacado de aquellos años 90 (ayuda que esté rodada en Hi8, ciertos estilismos y los insertos de telediarios), pero que sin embargo se sitúa en nuestro presente. Y es que, ¿hay tantas diferencias entre las dos épocas? ¿Ha mejorado la situación de la clase obrera o solo ha hecho que empeorar? ¿No es increíble que, con casi treinta años de diferencia, se respire la misma desesperanza, la misma incertidumbre, la misma desazón? La ambigüedad temporal es clave para entender cómo sus numerosas conversaciones hablan al mismo tiempo del antes y el ahora, porque parece que estamos condenados a trabajar en un perpetuo estado de precariedad.

    'El año del descubrimiento': La clase obrera necesita una revolución (y ver esta joya documental)

    La crisis de Cartagena en 1992 es la misma crisis con la que los trabajadores llevan luchando en las últimas décadas. Vista una crisis económica, vistas todas. ¿El mínimo común denominador? El capitalismo salvaje, que antepone los beneficios económicos al bienestar de los trabajadores, que desarticula con inquina la masa popular (que es, en realidad, más poderosa que cualquier CEO) para que pensemos que el sistema es incorregible y solo nos queda rebozarnos en sus miserias. En ese sentido, El año del descubrimiento es una llamada a las armas en contra de esta creencia: no, cada uno no es responsable de sus propias circunstancias, porque los problemas de hoy son los mismos de ayer. Quizás la razón por la que apenas recordamos que el parlamento murciano ardió en 1992 es porque ese tipo de frustración convertida en violencia asusta a los poderosos, o porque tenemos la memoria muy corta (que también). Menos mentalidad individualista y más lucha colectiva.

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    Viendo la película te vas a identificar con muchos de sus protagonistas, ya sea con los más veteranos que recuerdan lo que era una vida digna antes de que todo se fuese al traste o con los jóvenes que ahora ven esa situación como algo de ciencia ficción. Ya sea con la que apunta a que siendo española nunca ha probado "esos famosos tomates españoles" que triunfan en el resto del mundo o con el potente discurso de José Ibarra, historiador y sindicalista que pone los puntos sobre las íes en el documental. Quizás incluso te sonarán los nombres de Bazán, Fesa-Enfersa y Peñarroya, o simplemente reconocerás al instante el bullicio sonoro de un bar cualquiera. Y si no, da igual: ya estás dentro de ese espacio de debate con tapas y cañas de cerveza, ya formas parte de la conversación social gracias a la maestría de la película para crear una sensación de inmersión total (ayuda la pantalla partida, que reproduce acertadamente el dinamismo del ojo humano) y convertirnos al mismo tiempo en atentos oyentes y potenciales interlocutores. Quizás, también, en culpables de un silencio cómplice y acomodado que ha permitido que de aquellos polvos vengan estos lodos.

    El año del descubrimiento es esa otra historia de España que no aparecerá en los libros, pero que vive gracias a películas como esta, que convierte el cine, también, en herramienta de memoria colectiva. No solo rescata del olvido la realidad de Cartagena en los 90, sino que además nos ayuda a comprenderla, analizarla y tender puentes con un presente no demasiado distinto. Así, claro, se entienden muchas cosas. Habla de ansiedad, precariedad laboral, empresas contaminantes, drogas, familias desestructuradas, prostitución, ludopatía, brecha de género, sueños frustrados, despidos improcedentes, turnos abusivos... Habla de la vida, la del pasado y la del presente, y traza un camino hacia una revolución necesaria que, sin embargo, cada vez parece más improbable. Qué poco hemos cambiado en estos últimos 30 años.

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