La fiesta del Sha de Persia con huevos de codorniz rellenos de perlas de trufas

La fiesta del Sha de Persia con huevos de codorniz rellenos de perlas de trufas

La fiesta del Sha de Persia con huevos de codorniz rellenos de perlas de trufas

Antes de aterrizar en Irán, la reina Ingrid de Dinamarca y su hija Ana María de Grecia estaban preocupadas por las joyas que lucirían en los fastos de los 2.500 años de la fundación del imperio persa por parte de Ciro II el Grande que tendrían lugar entre el 12 y el 14 de octubre de 1971. La esposa de Constantino II de Grecia se decidió por el quilataje de las esmeraldas de los Romanov, pero Miguel de Grecia, primo de la monarca, exclamó que eligiera lo que eligiese, sus piedras parecerían unos cacahuetes comparándolas con el tesoro persa.

Y no andaba mal encaminado porque en la cena oficial del 14 de octubre de hace cinco décadas, Farah Diba lució la tiara Noor-ul-Ain diseñada por Harry Winston con 324 diamantes amarillos, blancos y rosados engarzados en platino en cuyo centro destacaba uno de los diamantes rosados más grandes del mundo de 60 quilates.

Desde su trono de oro macizo y 27.000 piedras preciosas, Muhammad Reza Pahlavi, el Sha de Persia, Rey de Reyes, Luz de los Arios y Sombra del Todopoderoso quería honrar a su antepasado Ciro II el Grande. Si bien es cierto que modernizó el país a través de la Revolución Blanca, su educación occidental, su obsesión por dar a conocer internacionalmente a una dinastía joven como los Pahlavi y la nacionalización del petróleo sentaron las bases de una omnipotencia titánica. Mientras más de la mitad de la población vivía bajo el umbral la pobreza por la falta de agua e infraestructuras, el Sha decidió organizar la que el Libro Guinness de los Récords sigue catalogando como la fiesta más cara de la historia. Al cambio actual, unos 700 millones de euros.

"Aquello le costó el trono", asegura a LOC nuestro colaborador Jaime Peñafiel, uno de los pocos sobrevivientes de aquella odisea "porque nunca en la historia ha habido algo semejante. Y jamás lo habrá". Desde su exilio parisino, el ayatolá Jomeini calentó motores: "Esta es la fiesta del diablo". En su libro El Sha o la desmesura del poder, Kapuscinski deja claro que las ganancias petrolíferas iban a las arcas del Todopoderoso. Persépolis era un gran desierto y se transformó en vergel. Se importaron 15.000 árboles y 50.000 aves cantoras traídas de Europa más otros 20.000 gorriones de España. A los pocos días fallecieron porque no era su hábitat.

La fiesta del Sha de Persia con huevos de codorniz rellenos de perlas de trufas

Se pavimentó una autopista de 1.000 kilómetros de Teherán a Persépolis, la guardia real lucía diseños de Lanvin, 250 limusinas rojas Mercedes trasladaban a los invitados y se construyó una ciudadela palaciega de 50 carpas con 37 kilómetros de seda natural. La firma parisina Maison Jansen se encargó de toda la decoración. El 14 de octubre se celebró el gran banquete en la carpa principal de 68 metros por 28 metros de cuyo techo caían arañas de Bohemia, la mantelería era de Porthault, la vajilla de Limoges con el escudo de la familia imperial pintado y la cristalería de Baccarat.

Una mesa serpenteante de casi 80 metros presidida por el Sha de Persia y la Shabanu sentó a numerosas testas coronadas y jefes de estado, entre ellos, el entonces Príncipe Juan Carlos y la Princesa Sofía, Federico IX de Dinamarca, Olav V de Noruega, Carlos Gustavo de Suecia, Balduino y Fabiola de Bélgica, Rainiero de Mónaco y Grace Kelly, el emperador de etíope Haile Selassie I, Imelda Marcos, los dictadores Mobutu y Ceaucescu, el vicepresidente americano Spiro Agnew o Felipe de Edimburgo con su hija la princesa Ana. Frente a la mesa presidencial se instalaron 42 mesas ovaladas para 12 comensales. Uno de los problemas más serios ocurrió cuando una tormenta de área descompuso los peinados y las tiaras de las invitadas.

La cena la sirvió Maxim's de París. Durante esos días atesoraban 18 toneladas de comida. Antes de que Pierre Cardin comprara el restaurante, Louis Vaudable le dijo a su chef Michel Menant: "Vas a hacer historia". Este coordinó a los más de 160 cocineros traídos desde París, Monte Carlo y St. Tropez supervisados por Max Blouet, ex gerente del George V de París. El menú estaba encuadernado en cubiertas de raso de color turquesa y lapislázuli tejido con el emblema de la casa imperial en oro.

En el texto impreso en persa y francés en negro y dorado sobre vitela decorado con medallones dorados y arabescos se podía leer lo siguiente: huevos de codorniz con perlas de trufa, mousse de cangrejo de río, lomo de cordero relleno y asado en su jugo, sorbete de champán añejo, pavo real a la imperial, ensalada inventada por Alejandro Dumas, turbante de higos con guarnición de frambuesas al oporto y café moka. Para beber, 2.500 botellas de champán, 1.000 de Borgoña, 1.000 de vino de Burdeos y otros caldos.


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