Más de tres décadas del ataque contrarrevolucionario de las fuerzas élites de la UNITA a Sumbe - Juventud Rebelde - Diario de la juventud cubana

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Este 25 de marzo se cumplen 35 años del ataque contrarrevolucionario de las fuerzas élites de la UNITA a Sumbe Autor:Archivo de JR Publicado: 25/03/2019 | 05:19 pm

Este 25 de marzo se cumplen 35 años del ataque contrarrevolucionario de las fuerzas élites de la UNITA a Sumbe, en Angola, donde prestaban ayuda un gran número de cubanos, de ahí que JR les presenta un grupo de trabajos que han sido publicados en el formato impreso y que fueron digitalizados por el significado de esta fecha histórica.

En Angola, el 25 de marzo de 1984, tres batallones élite de la UNITA atacaron a la ciudad de Sumbe, capital de la provincia Kuanza Sur. Entre sus objetivos estaba aprovechar la sorpresa de una ciudad apartada de las tensiones del enfrentamiento combativo con el enemigo, ocuparla unos días, formar en ella un gobierno provisional, así como capturar rehenes entre los cooperantes civiles cubanos, soviéticos, búlgaros y de otras nacionalidades que allí prestaban sus servicios.

Pese a que en la ciudad no había tropas, la valentía de los civiles cubanos, de los cuales murieron siete –médicos, maestros, constructores-, junto a integrantes de unas débiles fuerzas angolanas del orden,únicos que participaron en el combate, impidieron que los bandidos llevaran a cabo sus objetivos. El presente relato forma parte de un libro en preparación, Carlos LahitteLahera, a la sazón coronel y jefe de Lucha Contra Bandidos de la Misión Militar Cubana en Angola, narra los acontecimientos desde su óptica.

Operación N´Gunza

-¡Luanda, respondan, es urgente! ¡Nos están atacando! Repito: ¡nos está atacando la UNITA!

-Manténganse en contacto. ¡Voy a avisar a la Misión Militar…!

Eran las primeras horas de una mañana de domingo, bella como todos los amaneceres de Luanda, aunque la temperatura era tórrida y humedecía todo el cuerpo. Tenía muchos planes para el día: escribir a la familia, ordenar un poco las cosas personales… Pero los planes de un militar cambian en segundos.

Un subordinado interrumpió mis pensamientos. Venía con la orden de que me presentara urgentemente ante el general de división Leopoldo Cintra Frías, Polo, (en aquella época jefe de la Misión Militar en Angola), pues una fuerza de la Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA) estaba atacando la ciudad de Sumbe.

De momento imaginé que se trataba de una bandita que operaba en esa zona desde hacía algún tiempo. Ni me pasó por la mente que fuera un ataque a gran escala de tres batallones bien entrenados por los sudafricanos, y comandados por el brigadier Chendovaba, tristemente célebre por sus asesinatos y saqueos, y uno de los hombres de confianza de JonasSavimbi, jefe de la UNITA.

En aquel momento teníamos la apreciación de que Chendovaba no contaba con tropas suficientes, pero él, después de una fuerte ofensiva que le habíamos hecho, se había reagrupado y preparado contra Sumbe una pequeña operación estratégica bien estudiada, en el mayor secreto, que contaba con tres batallones élite: en suma, unos mil quinientos efectivos.

Aún ignorábamos esta cifra, pero algo más tarde nos confirmaron la gravedad de la situación: Sumbe estaba sitiada, había varios civiles muertos y heridos y se combatía contra los bandidos, que se habían metido en gran parte de la ciudad. Cubanos y angolanos resistían valientemente en el Comisariado (palacio de gobierno) Provincial.

Comienzan las operaciones

Se envió la orden al Estado Mayor de la Agrupación de Tropas del Sur, en la provincia de Huambo, para que la fuerza aérea comenzara a operar en Sumbe, ciudad costera, empotrada en un valle y rodeada de lomas tapizadas por infinitas casuchas, kimbos le llaman allí.

Las primeras horas del día son difíciles para una operación aérea en esta zona, pues recibe el abrazo de una espesa niebla que los nativos llaman cacimbo, la cual hace muy difícil la visibilidad desde el aire.

Después conocimos que a los primeros helicópteros, que llegaron pasadas las diez de la mañana, y sin protección de los MI-25, los Unitas los recibieron con descargas de fusilería. Lograron averiar a varios MI-8 y un MIG-21. Les favorecían las elevaciones circundantes, así como los vuelos rasantes. Al llegar las naves artilladas, se redujo el peligro de disparos provenientes de tierra.

La respuesta de los aviones de combate fue muy rápida y efectiva, a pesar de que nuestros pilotos no habían operado en esa zona. El bombardeo paraliza a los Unitas, lo cual frena un posible nuevo ataque contra la población angolana y los civiles cubanos, que ya estaban diezmados y no tenían capacidad de resistencia.

Yo parto hacia la provincia de Benguela –que tiene fronteras con Kuanza Sur- a las órdenes del general de división Ramón Pardo, segundo jefe de la Misión Militar, donde montaríamos un estado mayor avanzado. Llegamos cerca de las diez de la mañana, coincidiendo con el momento en que comienza el bombardeo en Sumbe. Ya estaban en Benguela tres helicópteros de desembarco y un batallón de tropas especiales procedentes de las provincias de Huambo y Malanje.

Aún desconocíamos la composición del enemigo, si tenían prisioneros cubanos, los lugares exactos donde se combatía… Sabíamos algo de la situación allí por medio de una planta que transmitía desde un camión de la UNECA, en el área de la playa. Era el enlace de Filiberto Arteaga –el jefe de la misión civil cubana en Sumbe-, con Luanda. Con él investigo sobre la situación operativa. Lo noto preocupado por su gente, pero lo animo a que resistan, y le informo que ya vamos con refuerzos.

Organizamos rápidamente el contraataque. Le pedía al general Pardo que me dejara ir al frente del grupo, pues yo conocía la zona y tenía ya una idea de cómo podrían haber sucedido los acontecimientos, aunque ignoraba la enormidad de las fuerzas enemigas.

Salí con los tres helicópteros. Cuando llegamos a Sumbe- a una hora de vuelo desde Benguela-, hicimos un giro alrededor de la ciudad para observar la situación y saber dónde podía encontrarse el enemigo, para más tarde perseguirlo. Desde una loma nos dispararon e hicieron impacto en la nave.

Luego supe que allí se encontraba el puesto de mando de Chendovaba.

Desembarcamos al mediodía, entre el fondo del comisariado y el mar, cerca del edificio donde se albergaban los constructores de la UNECA, pero ya no había enemigos. Arteaga nos puso al corriente de la situación. Enseguida montamos algunos de nuestros heridos en los helicópteros y los enviamos hacia Benguela.

Me quedé allí con un pelotón y más tarde, casi oscureciendo, los helicópteros hicieron un segundo desembarco de tropas que reagrupamos con las primeras para repeler un posible nuevo ataque, pero los Unitas no volvieron.

Conclusiones posteriores

Savimbi es un hombre desconfiado. Sus preocupaciones son las de un ambicioso que ha traicionado varias veces. El hecho de designar al brigadier Chendovaba, uno de sus hombres de confianza, daba la idea de la envergadura de la operación en marcha. El plan no podía fallar.

Tomar Sumbe significaba un golpe estratégico que le daría mucho “prestigio” a la UNITA. Su idea era llevarse como rehenes a los civiles cubanos, soviéticos, búlgaros y checos, para armar con ello un gran escándalo internacional.

En ese territorio no había destacamento militar alguno porque la ciudad está en la costa y la faja costera desde Luanda hasta la provincia de Mozámedes, al sur, es un corredor en el que están asentadas tribus enemigas de la UNITA que no le permiten operar. Esa franja se mantuvo todo el tiempo indominable para ellos, lo que nos llevó a confiarnos un poco y a no acantonar tropas allí.

En realidad, el combate se decidió en la zona de la iglesia y el comisariado, donde cubanos y angolanos, encabezados por el cubano Juan Castillo –por entonces teniente coronel y asesor de la seguridad provincial angolana- se batieron con valentía y eficacia –si bien no muy organizadamente-, lo que dio tiempo a que llegara el refuerzo de la aviación, que definitivamente espantó a los atacantes.

Esa fue la acción decisiva, la de nuestros civiles contra la UNITA. Los cubanos y angolanos que resistieron con sus armas lucharon prácticamente cuerpo a cuerpo contra el gigantesco comando que tenía la misión de tomar la zona. Es ahí donde caen combatiendo, con todo heroísmo, siete de los nuestros.

Epílogo

Hacia el mediodía, la situación había sido dominada por completo. Los bandidos se retiraron sin poder tomar el lugar, gracias a la resistencia que le hicieron los civiles cubanos y angolanos, al frente de los cuales estuvieron Arteaga, Castillo y Ramos da-Cruz, angolano, quien por entonces fungía como gobernador de la provincia.

Hacia las doce, cuando llegó el general Polo, la ciudad permanecía en esa calma tensa que deja un combate. Pero ya no se escuchaban disparos. Durante su recorrido pudo apreciar los estragos causados por el ataque que dejó destruidos y dañados numerosos edificios.

Seis días más tarde, el 31 de marzo, concluyó la Operación N´Gunza, así llamada por uno de los nombres que recibió Sumbe a lo largo de su historia.

Chendovaba, según contó un prisionero UNITA años más tarde, reunió después del combate lo que quedó de su diezmada tropa y justificó la aparatosa derrota que había sufrido asegurando la presencia de submarinos atómicos cubanos en el puerto de Sumbe.

Años más tarde, Chendovaba moriría traicionado por Savimbi…

Por Calixto Ferral Recio y Ernesto Rojas

No te falló la paloma

Móvil 63 para Misión Militar, móvil 63 para 60 ¡Respondan, es urgente! ¡Nos están atacando!

El camión Renault subía trabajosamente la cuesta con su potente motor a todas revoluciones. Su carrocería de un blanco refulgente debía atraer todas las miradas enemigas desde montones de kilómetros de distancia y desde cuanta loma rodea a Sumbe. Pero tú no te detuviste a pensar en ello.

Te dirigías desde la playa hasta el edificio del Partido Provincial de Sumbe, capital de Kuanza Sul, región distante a más de 300 kilómetros de Luanda, capital de la República Popular de Angola.

La mañana era tórrida.El sudor humedecía tus axilas.Pero tampoco tenías tiempo para percatarte de eso.Las balas y la metralla volaban en todasdirecciones y tú tenías dos misiones de vida o muerte: una, la de llevar a estos doce hombres que estaban sobre tu camión hasta la altura de la loma, desde donde podrían dominar mejor la situación. La otra, más importante,establecer comunicación por radio con Luanda para informar sobre la situación.

¡Móvil 63 para 30! ¡Móvil 63 para UNECA! Es urgente, nos está atacando la UNITA. Y aunque no podías asegurarlo, agregaste por tu cuenta ¡La ciudad ha sido tomada!

Despertar bajo las balas

Aún oscuro, a las cinco de la mañana saliste disparado de tu cama, recalentada por el clima pegajoso que reina por las noches en Sumbe. Entre las muchas voces que gritaban multitud de cosas, distinguiste la de Arteaga el jefe de la misión reclamando tu presencia.

¡Rizo, coño, baja. La kwacha (la UNITA) está a unas cuadras de aquí!

Habías dormido a pierna suelta aquella madrugada… ¿de cuándo? Era…Sí del 25 de marzo de 1984. Mañana de domingo. Y lo que tú habías planeado para ese día no era precisamente tomar parte en una guerra. , sino en la fiesta que daban para despedir a un grupo de compañeros que terminaban el tiempo de su colaboración, y por el cumpleaños de aquella enfermera… ¿cómo se llamaba? Además era día de carnaval en Sumbe.

A cambio…En toda tu vidahabías visto tanta metralla y tanto tiro junto, porque cuando la Revolución triunfó en tu Santiago natal, allá por 1959, apenas tenías un año.

Al despertar a las cinco de la mañana por la tremenda gritería y los estruendos, te tiraste sin pensarloy corriendo bajaste las escaleras.Todavía con la camisa en la mano arrancaste el camión.

Lo primero que te encomendó Arteaga - ¡cosa sagrada! – fue recoger urgentemente a los maestros y médicos que dormían en un predio (edificio) en el centro del pueblo y se encontraban desarmados e indefensos.

Por entonces, el cuartel general de las fuerzas cubanas se había establecido en el edificio de la UNECA de Sumbe, situado frente a la playa. Desde allí, la operadora de la planta local hacía desesperados esfuerzos por establecer contacto con la de Luanda para informar de la situación.Pero los resultados no habían tenido éxito hasta el momento.

Cuando llegaste a aquel predio no encontraste a nadie.Comprobaste, en cambio, que el enemigo estaba tan cerca que casi se podía tocar con la mano.De regreso, para alivio tuyo, viste al grupo de cubanos que se refugiaba del fuego en un servicentro cercano.Cuando ellos te vieron se montaron en la cabina todos los que cupieron, como ocho compañeros, y el resto se subió a la plataforma de carga.

A toda prisa regresaste al edificio de la UNECA.Allí Arteaga, junto a Castillo – el teniente coronel del MININT que dirigía las operaciones militares – entregaba a los civiles cubanos fusiles pepechá (PPSH) para que pudieran defenderse de la incursión enemiga. Tú, desde luego, cogiste el tuyo.

¡Qué día, amigo! ¡Y esta porquería de planta que no quiere comunicar!

No jodas, Rizo

A tu regreso al garaje, Arteaga, con esa serenidad que lo caracterizaba, te había encomendado que establecieras contacto radial con Luanda.

También te habían dado instrucciones de llevar estos doce hombres hasta la sede del Partido Provincial mientras intentabas la comunicación.

¡Móvil 63 para 30… o para cualquiera, coño! ¡Nos está atacando la UNITA…!

Serían las 6:30 de la mañana. Cuando el motor del camión parecía que se reventaría subiendo la cuesta, la voz de Juanita la operadora de la planta de la UNECA en Luanda se impuso a los crujidos de la estática.Su defecto de arrastrar las erres no impedía que sus sonoridades evocaran las de un ángel bienhechor. Pero la respuesta era la que menos imaginabas en aquel momento.

Aquí 30, aquí UNECA. Buenos días, Rizo. ¿No te parece muy temprano para bonches? ¡Qué bien se ve que no tienes mujer en Sumbe!

Más de tres décadas del ataque contrarrevolucionario de las fuerzas élites de la UNITA a Sumbe - Juventud Rebelde - Diario de la juventud cubana

Lo dijo de un modo tan tranquilo y natural que por una fracción de segundo dudaste si la ciudad estaría realmente envuelta en un holocausto de explosiones y metralla. ¿Lo estaba? ¡Claro que sí!

No es broma, Juanita, ¡es cierto! Nos están atacando de verdad. ¡Avisa pronto a la misión militar cubana!

Por fortuna el tiroteo era bastante ruidoso y no hubo necesidad de más explicaciones. Por la bocina del aparato de Luanda se dejaron oír las detonaciones.La cara de la radista se transformó de inmediato. Luego de una minúscula pausa, que a ti te pareció todo un siglo, Juana respondió:

Mantente en contacto. ¡Voy a avisar enseguida a la Misión!

Ya más tranquilo volviste a concentrarte en la tarea de llevar a los improvisados combatientes hasta el Partido.

Al llegar a la cima de la loma encontraste que el fuego era espantoso.

Metí un frenazo del carajo, pero más aún fue la marcha atrás forzada que tuve que dar. Imagínate que las ruedas del Renault, un camión de al menos ocho toneladas, chillaron contra el pavimento, ¡como en las películas!

Los compañeros que iban sobre el vehículo se tiraron al suelo para esquivar el fuego del enemigo, y no supiste nada más de ellos hasta muchas horas después.

Cuando regresaste a la UNECA ya no quedaba nadieallí.El puesto de mando lo habían trasladado más al norte, hasta cerca de la unidad de guardafronteras.En el nuevo emplazamiento encontraste a Arteaga muy preocupado y le diste la noticia de que por fin habías podido comunicar con Luanda.Eso lo reconfortó, pues la situación se hacía cada vez más difícil.

La planta local no pudo seguir funcionando, explicó.Tuvimos que arrancarla. El enemigo está cerca y no puede capturárnosla.

Ahora el único enlace que tenemos con Luanda es la Paloma, te dijo. Y agregó. Demuestra que los tenemos bien puestos.Trata de situarte en un lugar seguro y salva a toda costa el equipo. Es nuestra sola esperanza.

Y vaya si lo fue.

La paloma mensajera

Recuerdas que al camión Renault que tú manejabas le decían “paloma”, por aquello de que tenía la cabina blanca, y que tú te empeñabas en tenerla limpia y reluciente.

Pues te falló a ese amor que le tenías. Desde ese momento fue el enlace salvador.

Escogiste el lugar de la costa más cercano al río, al que pudiste llegar con el vehículo,la zona donde están las chozas de los pescadores.

Desde allí, mientras veías el campo sembrado de mijo (maíz), a cuyo lado tantas veces habías pasado casi sin fijarte, informaste paso a paso lo que estaba sucediendo.Del otro lado ya no estaba Juanita. La habían sustituidosucesivos oficiales de la Misión Militar cubana.

No era cierto, como habías supuesto al principio, que la ciudad hubiera sido tomada, aunque a esas alturas la posibilidad no era ya nada remota.

Pero, a pesar de todo, las noticias que tenías que trasmitir eran terribles.Nunca es gratohablar de hermanos heridos o muertos, o dar partes y pronósticos inciertos mientras sientes el plomo merodeando tu piel…

A media mañana,cuando ya estaban a punto de agotárseles las municiones,entraron los primeros MIG-23 cubanos, y más tarde los helicópteros. El enemigo se puso en desbandada total y no pudo alcanzar su meta gracias a la valentía de ustedes.

Ahora, cinco años después, en esta tu cuarta misión internacionalista, has vuelto a Sumbe, escenario de aquel heroísmo,y nos cuentas todo lo sucedido.

Aún aquellos muertos no han dejado de doler, ni esta tierra de calar hondo como si fuera la tuya.

Desvías los ojos hacia el punto donde se unen el cielo y el mar.Te invade la nostalgia y un sentimiento ajeno a tu alegría habitual nubla tu mirada.

Se te eriza la piel. Luchas contra un nudo que crece en tu garganta. Aspiras fuerte para aliviar tus pulmones de ese peso que le ha nacido de pronto, y percibes en el ambiente un olor peculiar a salitre, que recuerda al de tu país.

Observas cómo a lo lejos se pierde una gaviotacon algo en su pico,tal vez un pez recién capturado.Se te antoja que, como ella, tu Paloma también cubrió la más espectaculardistancia de su vida, aquella vez que se convirtió en mensajera. ¡Y no te falló!

Por Ernesto Rojas y Calixto Ferral

Testimonio del coronel Orlando Calvo Montes de Oca, jefe del regimiento de helicópteros en Huambo

La prolongada distancia a recorrer en el aire, casi siempre estimula a los pensamientos, es inevitable. Piensas en la casa, los hijos, la familia, son instantes, porque el helicóptero no permite entretenimientos. Esas son normas inviolables, por eso los pilotos debemos estar siempre con la mente despejada, dedicada por entero a resolver cualquier situación imprevista. Se comprende que no es lo mismo conducir en tierra que a varios pies de altura…

Volar en Angola es diferente a Cuba, puede jugarte esa mala pasada, ¿no? Enormes distancias, falta de comunicaciones eficientes y las condiciones del tiempo, generalmente no ayudan nada. A veces, te elevas mucho o te pegas a las matas, depende de la influencia enemiga.

Los recuerdos todavía están frescos. Sólo han transcurrido seis años desde los terribles acontecimientos que se desataron alas 5:00 am el 25 de marzo de 1984… El subordinado se había entregado un mensaje con el rótulo de URGENTE. Era la orden de enviar, en primera instancia, tres helicópteros MI-8, artillados, en dirección a Sumbe, la capital de la provincia KuanzaSur, que era atacada por una importante fuerza de la UNITA. Debía incluir dos MI-25, y otros cinco MI-8.

El único inconveniente eran los (25), que no podrían cubrir la distancia, sin reabastecerse de combustible, desde Malanje, donde se encontraban, a Sumbe, por ello debía emplearse la vía Luanda.

Ordeno salir a los MI-8, directo a Sumbe. El jefe de la escuadrilla atacaría el aeropuerto, donde se atrincheraban numerosos bandidos.

II

El recorrido hasta Luanda duró una hora cincuenta minutos. El general de división Leopoldo Cintras Frías, jefe de la Misión Militar Cubana, brindó una explicación detallada de los acontecimientos. Aclaró que la situación era bastante difícil para los colaboradores civiles cubanos: médicos, maestros, constructores, que combatían, pus allí no contábamos con fuerzas militares.

Un primer mensaje especificaba que los nuestros luchaban en el área cercana a la costa, junto a una iglesia. Había indicios de que el brigadier Chendobava, un experimentado jefe bandido de la UNITA, dirigía el ataque. Eran noticias bastante confusas.

Partimos rumbo a Sumbe, una ciudad costera metida en una especie de valle, rodeada de lomas altas, llenas en su mayoría de los tradicionales caseríos conocidos como kimbos; esto dificultaba grandemente la tarea.

En el camino logramos comunicación con Benguela, donde se ubicó el puesto de mando avanzado de la operación, bajo las órdenes del entonces general de brigada Ramón Pardo. Nos detallan los últimos partes recibidos. Luego, próximo al poblado, contactamos con dos MI-25 que venían de Huambo.

Hicimos un reconocimiento por la zona. Ordeno no disparar. No sabíamos, a ciencia cierta, la ubicación de los nuestros y de la población indefensa. Pasamos por el aeropuerto, vimos candela en un andén de la terminal; la iglesia, la costa, lo peinamos todo. No logramos comunicación con nadie abajo. Nos mantuvimos todo el tiempo volando. Siempre la presencia de la aviación influye mucho en el enemigo.

III

El MI-25 es un tremendo aparato; parece un pájaro raro con su pico hacia abajo. Se emplea para darle cobertura a los MI-8 que son generalmente de desembarco. La tripulación la componíamos el piloto, el operador y un técnico de vuelo.

Sabíamos que era muy difícil que la UNITA nos fuera a disparar. Por enemigos capturados conocíamos de su pánico hacia los 25. A los primeros (8), que llegaron sin protección los recibieron con cargas de fusilería. Lograron averiar seis naves y a un avión MIG-21. Les favorecían las elevaciones y los pases a baja altura.

Estuvimos cerca de 40 minutos en el aire. Se nos informó de la muerte de siete cubanos (constructores y maestros). Marchamos a Benguela en busca de combustible. En total se realizaron cuatro desembarcos. Por la tarde sacamos a 33 heridos, cubanos y angolanos, también bajo protesta, a nuestras mujeres, deseosas de permanecer en sus puestos.

Por la noche en el aeropuerto nos dedicamos a reparar las averías. No se descansaba. Recuerdo que utilizamos un pañuelo mío para tapar un hueco. Resolvíamos de cualquier forma para continuar la misión. Después nos llegaron aspas de Luanda y se colocaron allí mismo. El momento requería mucha tensión en el trabajo.

IV

Salimos el 26 con los primeros claros a llevar tropas de desembarco y asalto. La estrategia del mando consistía en cercar a los bandidos e impedirles la salida. Sabíamos que habían secuestrado a varios colaboradores civiles de diferentes nacionalidades: búlgaros, checos, portugueses y que a la población que se negó a acompañarlos como rehenes, los asesinaron a mansalva.

Al mediodía acompañamos al general Cintras Frías a Sumbe. Aterrizamos en el área de la costa, frente al edificio de la UNECA. La ciudad permanecía en esa calma tensa que deja un combate. No se escuchaban disparos.

Realizamos un amplio recorrido acompañados por Filiberto Arteaga, jefe de la misión civil cubana en la provincia (luego falleció en un accidente de tránsito en Cuba) y de otros compañeros. Ofrecieron una panorámica de la situación operativa. Pudimos apreciar los estragos causados por el ataque, por ejemplo en la residencia de Arteagase observaban los impactos provocados por dos cohetes. Nos dirigimos, al anochecer hacia Benguela.

El día 28 apoyamos una operación en los alrededores de Sumbe. Después peinamos el ríoCambongo donde se había detectado movimientos de tropas, no chocamos con ellos.

Evacuamos de la zona a un racalista herido. Al muchacho lo salvó del disparo un chaleco que le regaló un amigo soviético.

En ese instante recordé a Policarpo Álvarez, un piloto de la vieja guardia, combatiente del Ejército Rebelde. Nos graduamos en 1959. Todo ocurrió en los difíciles días del cerco a nuestras tropas por la UNITA en Cangamba.

Teníamos un MI-8que los averiaron en dos ocasiones. Le quitamos la compuerta trasera para lanzarle los abastecimientos a nuestra gente en contenedores. Pasamos en vuelo rasante por el teatro de combate. Todo cambiaba por momentos. A la nave que viajaba delante de nosotros le abren fuego. Les ordeno salir rápidamente de la zona. Lanzamos comida, una parte, por cierto, cayó en manos indeseadas. Se peleaba casi cuerpo a cuerpo. Impedí la entrada al otro helicóptero. Nos dieron ocho impactos.

Regresamos al otro día. Al pasar a baja altura por el río Cuito, Policarpo detecta unos carros de combate camuflados. Pensamos eran tropas cubanas, pero ¡qué sorpresa!, comienzan a dispararnos. Un joven sanitario, que nos acompañaba, le riposta con la ametralladora. Policarpo le pide el arma y cuando la toma le penetra una bala que le parte le hebilla del cinturón de seguridad. Casi no pudo hablar. Lo llevamos para Menongue, distante a unos 160 kilómetros. Llegó vivo. Murió en el salón de operaciones.

Así eran los pilotos que fueron a Sumbe. Hombres que caían con las botas puestas, de sobrada experiencia. Muchos de ellos reservistas. Los había jueces, taxistas, de la aviación agrícola, de todo un poco.

A los jefes de nave se les entregó, la medalla al valor Calixto García, que confiere el Consejo de Estado y los demás participantes recibieron la felicitación del jefe de la Misión Militar.

V

El 31 de marzo concluyó la Operación N´GUNZA, así era el nombre anterior de Sumbe. Fue una misión rápida en comparación con otras en las que participamos como la limpieza de Cuito-Bié, Canganba o la toma del Segundo Frente Estratégico de Savimbi en Malaje, donde se ocuparon casas soterradas, emplazamientos de artillería, pista de aviación…

En Sumbe se jugó un papel destacado. Nos movilizamos rápido, no hubo tregua. Salíamos al amanecer y regresábamos de noche y dejábamos los equipos listos para continuar al día siguiente. Nosotros despegábamos de Benguelay los aviones de Huambo.

Epílogo

Cuando volábamos en dirección a Kuanza Sur se agolpaban muchas cosas en mi cabeza. Casualmente en 1976 tuve el honor de acompañar como piloto, en un recorrido por la provincia, al presidente Agostino Neto. Sigo con ese recuerdo grato.

En cada momento me hacía la misma pregunta, ¿dónde estarán los nuestros allá abajo?, sin comunicación… es todo tan difícil. No podemos confundirnos al disparar. No debes irte sin hacer nada.

Desde el momento en que se nos unen otras naves las cosas cambian, aunque estamos acostumbrados a batirnos en cualquier situación. Eran más ojos para escudriñar la tierra y buscar a los nuestros.

¿Mi última misión?, cuando me muera. La gran preocupación es cuando llegas al chequeo médico, ese si tiene potestad para bajarte del helicóptero y ponerte de descansar.

Por Calixto Ferral Recio

Vuelo rasante sobre SUMBE

Mientras las hojas de los árboles cosquillean vertiginosamente la barriga de tu helicóptero, piensas en mil cosas; en la inquietud del día en que el chequeo médico te sentencie a bajarte de tu nave para irte a descansar, en casa, en tus hijos, en tus paisanos que están en peligro.

No más unos segundos dura la evocación, porque el vuelo a baja altura no permite entretenimientos.

Hay que tener la mente despejada, aferrarse con todos los sentidos a los controles. Alerta ante cualquier imprevisto.No es lo mismo conducir en tierra que peligrosamentecolgado de unas aspas revoloteantes… Las condiciones del tiempo, la presencia enemiga… te tienes que pegar a la copas de los árboles para burlar el fuego de las emboscadas.

Pero aún así, no puedes olvidar que te diriges hacia un combate que promete ser feroz con el objetivo de salvar de la UNITA a tus compatriotas.

Los recuerdos aún no han perdido su sabor a cosa actual, semejante al olor de la pólvora recién disparada o a una herida que todavía duele.Como grabados al fuego quedaron en la memoria del coronel Orlando Calvo, aunque han transcurrido diez años.Así de estremecedores fueron los acontecimientos que se desataron al amanecer de aquel 25 de marzo de 1984.

I

En esa fecha cumplías misión como jefe de regimiento de helicópteros de Huambo.A poco de despuntar el alba, un subordinado te entregó un sobre con el rótulo ‘urgente’ era una orden cifrada de la Misión Militar Cubana (MMC), para que enviaras varios helicópteros a Sumbe, capital de la provincia Kuanza Sur.Desde una hora antes de la salida del sol, la localidad era atacada por más de 1.500 hombres, agrupados en tres batallones élite de las bandas contrarrevolucionarias UNITA, que luego supimos eran 517, el VCongreso y el Batecubanos.

Ordenaste salir primero una escuadrilla de MI-8, directamente a Sumbe, cuyo jefe atacaríael aeropuerto, refugio de numerosos bandidos.Más tarde los seguirían otras naves de guerra.

El MI-25, con su pico dirigido hacia abajo y su pintura de camuflaje, parece un ave extraña.Fuertemente artillado, se emplea para darle cobertura a los MI-8, que se usan en el desembarco.Pero sin reabastecerse de combustible no podía cubrir la distancia desde Malanje, donde se encontraba la base aérea, hasta Sumbe.Por ello fueron primero a Luanda.El vuelo demoró casi dos horas.

Durante la escala en la capital, el general de división Leopoldo Cintra Frías (Polo), jefe de la MMC, les explicó que la situación era crítica para la población angolana del lugar y para los colaboradores civiles cubanos –en su mayoría maestros, médicos y constructores- los únicos que combatían, pues en Sumbe no habían destacadasfuerzas militares, y solo ellos, en número infinitamente menor, hacían frente a los atacantes.

Según confusos mensajes, se sabía que los cubanos defendían un área cercana a la costa, junto a una iglesia, y que el brigadier Chendovaba, experimentado jefe UNITA y hombre de suma confianza de Savimbi, dirigía el ataque.Ello daba idea de la envergadura de la operación pero, en general, se sabía bastante poco aparte de esto.Despegaron hacia Sumbe.

II

Ciudad costera, empotrada en un valle y rodeada de lomas tapizadas por infinitas casuchas –kimbos les dicen allí-, Sumbe despierta rodeada por el tenue abrazo de una espesa niebla que los nativos llaman casimbo.

Cuando llegaron al lugar, la neblina ya había desaparecido.Su lugar lo ocupaba ahora un humo negro, procedente de los numerosos incendios provocados por el ataque.

A los primeros vehículos aéreos, que llegaron pasadas las diez de la mañana y sin la protección de los MI-25, los Unitas los recibieron con descargas de fusilería.Lograron averiar varios MI-8 y un MIG-21.Les favorecían las elevaciones circundantes, así como los vuelos rasantes.Al llegar las naves artilladas, se redujo el peligro de disparos provenientes de tierra.Por otra parte, demasiado ocupados se hallaban ya los bandidos por el acoso a que los sometían los defensores de la ciudad.Pero los recién llegados no sabían todavía nada de ello.

Diste orden de no disparar hasta hacer un reconocimiento.No sabían a ciencia cierta dónde estaban los nuestros, el enemigo, la población indefensa… Volaron sobre el aeropuerto, la iglesia, la costa.Lo peinaron todo sin resultados.No lograban comunicación radial con nadie de abajo.Se mantuvieron todo el tiempo al acecho: sabíamos que la aviación aterrorizaba a los bandidos.

A cada momento te hacías la misma pregunta: ¿dónde estarán los amigos y los enemigos allá abajo? Era un dilema. No podían confundirse al disparar, pero tampoco irse sin hacer nada.

A partir del momento en que se les unieron otras naves las cosas cambiaron.Eran más ojos para escudriñar la tierra y lograron, no sin dificultad, localizar a los combatientes.Los nuestros defendían valerosamente sus posiciones y esto desconcertaba a los agresores.

La batida que dieron a los bandidos fue aplastante.Los helicópterosy los MIG, con su enorme poder de fuego, sembraron verdadero pánico entre los enemigos. Y las tropas de Desembarco y Asalto consiguieron controlar algunos puntos clave en las afueras de la ciudad.

Una vez localizados, los Unitas no tuvieronun segundo de tregua.Ametralladoras y roquetslos mantuvieron en jaque constante hasta que los perdían de vista en los matorrales de los suburbios.

Vuestra nave no podía mantenerse en vuelo por largo tiempo a causa de la falta de combustible. Sufrieron amargamente cuando tuvieron que regresara Benguela para reabastecerse, pues habían oído por la radio Huambo que siete cubanos –constructores y maestros - habían muerto en la refriega.

Hacia medio día la situación parecía haber sido dominada por completo.Los bandidos se retiraron sin poder tomar el lugar, gracias a la resistencia que le hicieron los civiles cubanos y angolanos, a cuyo frente estuvieron Filiberto Arteaga, jefe de la misión civil cubana, el teniente coronel del MININT Juan Castillo, quien se encontraba en la ciudad como asesor, y el angolano Francisco Ramos da Cruz, quien por entonces fungía como comisario de la provincia de Kuanza Sur.

Por la tarde del mismo 25 las naves aéreas sacaron a los 33 heridos y a los siete cubanos muertos.También evacuaron bajo protesta a las mujeres de la misión cubana - quienes deseaban permanecer a toda costa en el lugar del combate por si se repetía la agresión- , y aalgunos angolanos en estado grave.

Los pilotos no descansaron durante toda esa noche por la ansiedad de saber que los nuestros corrían peligro.En el aeropuerto, durante la madrugada, reparaban febrilmente las averías de esa jornada.Utilizaste tu pañuelo empapado en pegamento para tapar un agujero que todavía hoy no has podido averiguar si era de bala o no.Querías resolver los problemas a como diera lugar para continuar la misión.

Pero los Unitas no se atrevieron a atacar de nuevo.

Epílogo

El 26 salieron con los primeros albores, cargados de tropas de desembarcoy asalto, quienes tenían la misión de cercar a los bandidos en las inmediaciones e impedirles la salida.Se sabía que habían secuestrado a varios colaboradores civiles de diferentes nacionalidades –búlgaros, checos, portugueses-, y que asesinaban a mansalva a la población que se negaba a acompañarlos como rehenes.

En la operación también participaron aviones de desembarco soviéticos, de reconocimiento P5-7 y helicópteros Alouette de la Fuerza Aérea Angolana.

A medio día fueron con el general Polo a Sumbe.

Aterrizaron en el lugar que tantas angustias les provocaron el día anterior mientras lo sobrevolaban.La ciudad permanecía en esa calma tensa que deja un combate. Pero ya no se escuchaban disparos.

Durante el recorrido que realizaron acompañados por Arteaga, pudieron apreciarlos estragos causados por el ataque,que dejó destruidos numerosos edificios y dañados muchos otros.

El día 28, durante una operación en los alrededores de Sumbe,evacuaron de la zona a un radista cubano herido.Al muchacho lo salvó del disparo un chaleco, regalo de un amigo soviético.

Seis días más tarde, el 31 de marzo, concluyó la OperaciónN`Gunza, así llamada por ser ese uno de los nombres que recibió Sumbe a lo largo de su historia.

Durante esos días, las unidades de desembarco y asalto realizaron numerosos desembarcos. Apoyados por fuerzas angolanas, tomaron gran cantidad de prisioneros enemigos y otros muchos resultaron heridos o muertos en las acciones.

Todos los participantes civiles en la defensa de Sumbe recibieron la distinción Servicio Distinguido. ¡Parecía increíble que unos pocos cientos de hombreshubieran podido detener un ataque tan enorme!

A los jefes de naves aéreas se les entregó la Medalla al Valor Calixto García y los demás participantes en la operación recibieron una felicitación especialde Jefe de la Misión Militar.

Según cuenta un prisionero Unita – que cinco años después conocieron los autores en Luanda-,unos días más tarde Chendovaba reunió lo que quedó de su diezmada tropa y justificó la aparatosa derrota que había sufrido asegurando la presencia de submarinos atómicos cubanos surtos en el puerto de Sumbe.

Chendovaba y, en general, la UNITA, jamás se recuperaron del todo de este revés.Especialmente a partir de entonces, y durante años, la organización contrarrevolucionaria prefirió evitar los encuentros con los cubanos.

Por Ernesto Rojas y Calixto Ferral Rojas

Un kimbanda cubano en manos del enemigo

Habíamos caminado 50 metros por la carretera de Chingo, recuerda el doctor Antonio González, y todavía no me acostumbraba a la idea de encontrarme prisionero de los unitas. Tampoco entendía por qué carajo el que se identifico como el jefe de este comando vestía uniforma de camuflaje con una red negra, a manera de bufanda y un cinturón, en bandolera, lleno de cargadores de fusil automático.

¿Es un reglamento para los jefes kwachas (de la UNITA) vestir de esta manera?, le pregunto Toni al fantoche. El tipo sonrió con ridículo orgullo,

No, Kimbanda (medico), es que tengo fetiche.

Si, me protege contra las balas.

En mi país, esos “fetiches” se usan para pescar, se burlo. Pero la ironía no lo reconforto. Se autocensuraba por haber caído tan estúpidamente en manos de los contrarrevolucionarios.

Tomados por sorpresa

Unas horas antes, casi a las tres de la madrugada, en el aeropuerto, había mirado atreves de las ventanas acristaladas del edificio para despojarse un poco del estruendo rítmico de la música y contemplar el cielo enjoyado por la luminosas constelaciones.

Me agradan las noches así, pensó, En Cuba, a estas horas, van a ser las nueve de la noche. Mi hija estará ya en la cama. ¿Cómo le ira? Hace un año y dos meses que no la veo. Once es una edad difícil…

El aeropuerto dista tres kilómetros de la ciudad costera que antes se llamaba Novo Redondo, y después de la liberación del colonialismo portugués recibió el nombre de Sumbe.

Estaban allí invitados por el director del hospital local a la boda de su hija.

Otros cubanos habían ido con ellos, pero la mayoría se había marchado unos momentos antes. Se quedaron solos el ginecólogo Antonio González, Bernardo Cruz Frómeta, miembro del Destacamento Pedagógico Internacionalista Ernesto Che Guevara, y Tomas George Rodríguez, maestro del contingente Frank País.

No podían demorar demasiado, A lo sumo, un trago mas. A las ocho tenían trabajo voluntario y había mucho que hacer.

¡Pero es imposible prever las cosas que pueden suceder en unos pocos minutos ¡Todavía les bajaba por la garganta aquel último trago de ron cuando, al rayar las tres de la madrugada, oyeron los tiros.

Al principio pensaron que se trataba de disparos accidentales, o tal vez una simple escaramuza, de las que ya habían sido testigos en otras ocasiones.

Lejos estaban de sospechar que se hallaba en marcha uno de los más atrevidos proyectos de JonasSavimbi, cabecilla de la banda contrarrevolucionaria UNITA, proyecto en el que a ellos les tocaría representar un importante papel.

En el círculo de fuego

Para llevar a cabo sus planes de tomar por primera vez la capital de una provincia angolana, Savimbi había organizado una operación militar relámpago, con una tropa de 3 000 hombres y abundante artillería.

Entre los objetivos de la operación, a cuyo frente había designado al “brigadier” Chendovaba, estaba abrir un pasillo estratégico en su gran escalada genocida contra indefensas poblaciones angolanas. Aspiraban a adquirir autoridad entre los habitantes del lugar y tomar como rehenes a los soviéticos, búlgaros, italianos y cubanos que se hallaban en Sumbe, lo que daría pretexto a la prensa extranjera para hablar de Savimbi y su recua de bandidos.

También, naturalmente, proyectaban tomar la radio comercial de la ciudad, con categoría provincial y gran potencia, a través de la cual Chendovaba, uno de los mas connotados jefes de la contra, debía hacer una enjundiosa alocución a los pobladores. Al mismo tiempo, pretendían crear una base desde donde organizar una ofensiva general contra Luanda, la capital del país.

El ataque se preparo durante meses en el mayor secreto.Las pocas informaciones que se filtraron no resultaban confiables como para presagiar una operación tan masiva. Por eso los cubanos no andaban armados y habían recibido autorización para asistir a la fiesta.

Al generalizarse los disparos, algunos amigos nos conminaron a salir del aeropuerto hacia el monte, “que vienen los kwachas”.

Me costaba trabajo hasta caminar –no digo ya correr- con los impedimentos de mis 280 libras, zapatos nuevos, traje, cuello y corbata. Pero al fin logramos burlar la persecución.

Se refugiaron en una loma de piedra a varios metros del edificio, escapando a duras penas del tiroteo rasante que levantaba ominosas nubes de polvo a su alrededor.

En la loma, Toni tuvo un respiro. Se recostó a ella, con las duras piedras clavándosele en la espalda, para recuperar el aliento y poner un poco de orden a sus dispersas ideas.

Poco después, al amanecer, salió en busca de los otros. Encontró dormido a Bernardo, pero no hallar a Tomas

Negritas..Al rato oímos hablar en portugués. Meincorporé y vi soldados vestidos con el uniforme de camuflaje, típico de las FAPLAS.

¡Qué suerte nos salvamos! ¡Ahí están los nuestros!, se felicitaron y se encaminaron al grupo:

Camaradas, ¡que paso!

Pero las miras de los fusiles se volvieron en su contra

Somos de la UINTA,! están presos!

Entonces comprendieron. Olvidaron que los unitas usan un fardamento (uniforme), similar al de las FAPLAS, precisamente para crear la confusión.

Una vez en latrampa solo les quedabasino ganar tiempo.

Un jefe improvisado

Con la mayor serenidad le dije al soldado que yo era el jefe, y por tanto no me entregaba a ningún otro que al superior del destacamento.

Por razones ancestrales, cuyas raíces se remontan a las primitivas jerarquías, tribales en los países africanos la palabra jefe tiene un efecto casi mágico.

Este ardid les proporciono una tregua para pensar y averiguar que había pasado. Toni confiaba en que Norberto García, el verdadero jefe de la misión medica cubana le perdonaría esta pequeña impostura.

Así fue como conocí al extravagante jefecito de la red negra en el cuello que en la mañana del 25 de marzo de 1984 se anotaría un inmerecido mérito militar como recompensa por mi captura.

Salieron a pie por la carretera.

El jefe les explico que se hallaban presos en calidad de rehenes. Que se portaran bien y los llevarían a Chingo, un kuimberio (caserio) en la ruta hacia Sumbe.

Por el camino le hicieron algunas preguntas al jefe, y supieron que el comando encargado del asalto al aeropuerto contaba solo con 20 hombres. ¡Sumbe! Había sido tomada y todos los cubanos habían muerto en la acción. esto último, por supuesto, les provoco no poco desconcierto. Renunciaron a preguntar por Tomas por no embarcarlo.

De repente, el ataque de un helicóptero interrumpió nuestro interrogatorio. Los unitas se desparramaron precipitadamente por las cunetas. Nosotros, de la sorpresa, nos quedamos tiesos, como absurdas estatuas, en el medio del camino: ¡Era un MI-8 cubano!.

Pero, aunque el hecho nos llenó de alegría, no ayudaba a resolver nuestro problema, porque reorganizada de inmediato la columna continuamos hasta Chingo

Al llegar, notaronque el poblado estaba parcialmente vacío: casi todos habían huido ante la temible presencia de los fantoches de la UNITA.

Nuevos jefes y un hallazgo

No reinaban en Chingo la paz y el jubilo, como es usual en la victoria de los justos.

Los soldados que nos trajeron, sumados a los que llegaron antes, se entregaron al saqueo de que era víctima el kimberio en busca de ropas, alimentos, dinero y bebidas.

Atreves del aquelarre llegaron a undeposito de finos (bidones) de cerveza.. Allí habían kwachas brindando por su triunfo. Quizás con demasiada antelación, celebraban también el de sus clogas, que tenían por misión tomar a Sumbe.

El nuevo jefe vestía de negro, tocado con sombrero de paño del mismo color y cojeaba levemente. Nos pareció conocido. En efecto, Bernardo y yo lo habíamos visto pocos días antes frente al predio (edificio de los cubanos, en Sumbe.

El infiltrado- como le llamaron desde entonces- los invito a beber de su cerveza; ellos desde luego, declinaron y, al cambiar la vista notaron la presencia de un conocido.

Al sol y amarrado a un árbol estaba Tomas, sin camisa, cara y manos hinchadas, el cuerpo cubierto de verdugones, llorando de rabia.

Le parti para arriba a desatarlo, pero el que custodiaba trato de impedirlo. ¡Soy el jefe., le dije recurriendo a la ya conocida estratagema.

Entonces me entero de que Tomas, alser detenido por los fantoches, se fajo, escupió, pateo, mordió y desgarro más de un uniforme.

¡De todos modos, voy a zafarlo!, declare con firmeza, y volví a dirigirme a él.

El infiltrado responsabilizo a Toni con lo que hiciera Tomas a partir de ese momento, bajo la amenaza de fusilarlo si reincidía. Pero al fin lo liberaron de sus ataduras.

A Tomas lo habían hecho prisionero en la misma puerta del aeropuerto por donde salieron los tres rumbo a a la loma de piedra, No habían podido siquiera echar a correr.

Apenas tuvieron tiempo de contarse otros detalles. En las cercanías de oyó una explosión, seguida de otras, más lejanas. Eran los MIG-21 cubanos, que comenzaban el bombardeo de la zona ocupada.

Al encuentro con Chendovaba

El infiltrado reorganizo su tropa, de unos 150 hombres, para retírala del poblado. En eso llego un brigadier de piel aceitunada. Por su hablar francés supieron que se trataba de un asesor marroquí.

- Ce sonmt des cubains. (Unos cubanos)

-Dú es-ce que vous les avez capturés? (¿Dónde los capturaron?)

-A l´ aeroport. (en el aeropuerto)

-Le vous felicite. (Los felicito)

Luego ordeno reclutar a todos los varones habitantes del lugar que tuvieran más de 14 años.

Mando a que nos registraran. Nonos encontraron encima nada que llamara su atención, salvo mi llavero. El soldado lo entrego al asesor, pero se lo arrebate a este de la mano con desprecio y lo introduje de nuevo en mi bolsillo; Por extraño que parezca, el asesor no se inmuto.

Gracias a una conversación escuchada por azar, supieron que se dirigían a Corral de Yuca, un lugar distante a 20 kilómetros de Chingo, donde radicaba una escuela angolana que la UNITA había tomado también esa madrugada

Allí se encontrarían nada menos que con el propio –brigadier- Chendovaba.

Los sacaron del patio

Tomas, Bernardo y yorecordamos el célebre Chaleco de Savimbi, tormento destinado a los prisioneros particularmente odiados por los uñitas.. Consistía en cortar los testículos y el pene de la víctima, introducírselo en la boca a manera de tapón, insertar ambas manos en sendas ranuras abiertas a la bayoneta en los costados del tora, y y abandonarlos así en la selva.

No nos dio tiempo para ponernos de acuerdo en cuanto a si nosotros éramos o no particularmente odiados por esta banda. Pero a una conclusión llegamos: a toda costa evitaríamos que tuvieran ocasión de “regalarnos” con tan horrible prenda.

Allí mismo nos juramos que en la primera oportunidad haríamos una acción para morir, llevándonos con nosotros a tantos uñitas como fuera posible.

Requiem por voladura

Los fantoches enviaron exploradores por delante y poco después ordenaron a Toni subir a un jeep. Bernardo y Tomas irían a pies

Desde luego que no accedí. Me vire rabioso al asesor y con abundantes malas palabras le dije en castellano que iríamos los tres en el jeeo, o los tres caminando, pero los tres juntos. El asesor asintió a su subalterno, no sin mirarme con curiosidad.

Montamos en el vehículo y también lo hicieron cuatro escoltas del enemigo el chofer era un “capitán” llamado Voladura, cuya especialidad consistía en dinamitar puentes. Antes de abandonar el poblado les ofreció una muestra de su profesionalidad mediante el ejemplar expediente de incendiar un camión cargado con tanques de gas licuado, lo cual produjo una pavorosa explosión.

Cuando al fin salieron, el jeep se dirigió hacia Sumbe, la que debían atravesar para llegar a Corral de Yuca. Por el camino, Toni pudo saber más de Voladura: llevaba siete años alzado, era natural de la provincia deHuambo y le producía un inefable placer hablar de si mismo y de su peculiar oficio.

No tenían reloj, pero serian entre las diez y las once de la mañana. Las manecillas del mundo apenas habríandeambulado unas siete u ocho horas desde aquel último trago de ron en el aeropuerto, y aun no se agotaba la anonadante carga de sorpresas.

Negri… Al llegar al puente del rio Cambongo, que separa a Chingo de Sumbe, vimos a un grupo de soldados vestidos de camuflaje . Dimos por sentado que se trataba de los exploradores uñitas. Entonces vi un rostro conocido. Era el teniente angolano con el que había departido en varias ocasiones: el gordo Generoso, jefe de las tropas guardafronteras de Sumbe.

Discurrían a todo vapor. Su cerebro estaba como envuelto en un velo.

¡Sería posible que …. ! Me negué a creerlo!. Había visto a este hombre en demasiadas acciones contra los kwachas para sospechar ahora que fuera un traidor. Fuera lo que fuera, esta era la oportunidad esperada para cumplir nuestro pacto. No tuve tiempo para pensarlo más.

Baje del vehículo. Tras de mí lo hizo uno de los esbirros que nos escoltaban con el fusil terciado. Sin darle oportunidad para otra cosa, le descargue un puñetazo de 280 libras en el troco de la oreja izquierda, que lo dejo sin conocimiento. Tome el fusil y grite>

¡Tírenles, cono, queson de la UNITA!

Aquello fue el acabose. La fiera sinfonía de los AK rajo el silencio del monte. La palabra estupor resultaría pálida para describir los rostros de loskwachas.

Voladura salió disparado hacia la selva, pero apenas logro dar los primeros pasos le cayó encima tal andanada que liquido para siempre su explosiva vocación. En pocos segundos, los otros tres escoltas del jeep le siguieron los pasos en un tumultuoso tránsito hacia otro mundo más apacible que este.

Frente a frente con el destino

El jefe de de los guardafronteras les confirmo que todos los cubanos de Sumbre habían perecido en el ataque. A despecho de la noticia. Ellos insistieron en continuar hacia la ciudad. El gordo Generoso les facilito una pistola y un hombre para que les sirviera de guía. Se llevaron el fusil que le quitaron al uñita y cargaron con este en calidad depreso.

Como partículas de polvo, las ideas revoloteaban ante ellos. Bordearon la margen este del Cambongo . En aquella inquieta mañana, no estaban las mujeres de torsos desnudos lavando sus ropas.

Llegaron al centro de la ciudad por el fondo del edificio municipal del Partido. Allí encontraron una patrulla de la UNITA que huía disparan hacia atrás, lo que les infundió una leve esperanza de encontrar vivo a alguno de los cubanos.

Más adelante se tropezaron con ungrupo que vestía uniformes de camuflaje y hablaban portugués, pero desconfiaron por las experiencias sufridas. Hasta que descubrieron algunos conocidos y se acercaron.

Esta vez si eran amigos de las FAPLA. Los llevaron a la sede de la misión civil;, donde encontraron a las mujeres de su grupo, quienes los recibieron entre lagrimas de alegría, pues-nosin razón- les daban por desaparecidos.

Lo demás vino muy rápido y fue como un bálsamo para sus torturados nervios. Los cubanos no solo estaban vivos, sino que acababan de protagonizar uno de los capítulos más heroicos de nuestra misión internacionalista en Angola>con una fuerza de apenas 160 hombres y 65 mujeres –todos ellos constructores, médicos, maestros-, junto a un punado de angolanos, en su mayoría civiles, habían impedido que la UNITA, pese a sus poderosos efectivos, cumplieran su cometido. Murieron siete cubanos y 22 fueron heridos. Los defensores tuvieron que replegarse hasta el borde mismo de la playa y casi estaban sin municiones. Pero mantuvieron a raya al enemigo hasta la llegada de la aviación y las tropas regulares angolanas y cubanas.

De aquella aventura me quedo una isquemia coronaria y la muñeca derecha fracturada por el puñetazo que le propine al uñita. ¡Pero me conforme cuando supe que el hijo de puta estuvo tres días manando sangre por el oído que le aplaste.

Me quedaron , sobre todo, la medalla de Combatiente Internacionalista de Primer Grado y la Distinción Servicio Distinguido …!Ah!, y una experiencia excepcional q1ue alguna vez, cuando me retire, le contare a mis nietos

Pesea que conocieron tan de cerca el valor de los nuestros, los contrarrevolucionarios de la UNITA, aun se preguntan qué fue lo que les impidió tomar a Sumbe aquella mañana de marzo de 1984

(Capítulo de un libro en preparación )

Por Ernesto Rojas y Calixto Ferral

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