Opinión El parque temático del budismo en Cáceres y la defensa de la biodiversidad en los secarrales

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El parque temático del budismo en Cáceres y la defensa de la biodiversidad en los secarrales

Opinión El parque temático del budismo en Cáceres y la defensa de la biodiversidad en los secarrales

Laserie Kung Fu, emitida entre 1972 y 1975, tuvo un gran seguimiento en RTVE pese a su ritmo lento. El protagonista, al que su maestro espiritual apodaba “pequeño saltamontes”, salía airoso en diferentes situaciones del bravo Oeste de finales del XIX gracias a la fuerza interior de su filosofía y a su destreza en artes marciales. Resulta difícil asociar aquella austera puesta en escena con el proyecto de centro budista en el Monte Arropez de Cáceres, tan ligado al marketing empresarial y a situaciones de liderazgo político en las que el tamaño de la estatua de Buda se convierte en un reclamo.

Alejados de la grandiosidad de los templos con estatuas gigantes en bronce birmano, podemos encontrar en Extremadura otras comunidades no exentas de otro tipo de esplendor: una es “El Olivar de Buda” en Acebo, regentado por la Maestra Yotika, abadesa del monasterio que proporciona apoyo, guía espiritual y enseñanzas a la comunidad laica. Fue fundado en 2012 gracias a la Fundación Chenrezig y a la comunidad Budista Internacional, en unas fincas donadas por su vecino de Acebo, Philippe Camus, creador de Lalita, lugar de retiro, que sin estar adscrito a ninguna religión concreta ofrece, entre bosques, prados y regatos serranos que rodean unos edificios de gran creatividad e inspiración, la oportunidad de conocer los valores comunes y el mensaje básico que comparten tradiciones, sabidurías y prácticas espirituales de todo el mundo que ayuden a una transformación profunda del ser humano para construir una sociedad más equilibrada, justa y sabia.

Lalita es un lugar admirable, con un albergue que simula un águila con las alas desplegadas provocando el instinto de juego y despertando el alma del niño que fuimos; el comedor, con capacidad para 80 personas, está coronado por una cubierta que representa las escamas de un dragón dormido y su asombroso y emblemático círculo de 220 metros cuadrados diáfanos con cubierta sostenida en vigas, cabriosy ripias de madera de castaño, una mezcla de técnicas normandas y tibetanas. Todos conformaron, junto con otros edificios “Lalita Albergue Rural y Granja Escuela”.

Otro centro budista en territorio extremeño es “Tierra de Budas”, en Villanueva de la Vera, integrado en el proyecto “Thubten Dhargyle Ling” (El jardín en el que florecen las enseñanzas de Buda). Este lugar, situado cerca de la garganta de Minchones, es un lugar de retiro y formación donde se educan las emociones a través del desarrollo de la mente altruista con las 37 prácticas de un Bodhisatva. En este centro se va a construir una Estupa de la Paz de 9 metros de altura, una estructura que representa la mente de Buda y dentro habrá multitud de mandalas, miles de mantras impresos enrollados, cientos de estatuas de Buda y todo tipo de ofrendas.

El tercer centro budista es “Shorin-Ji” (Templo del Bosque del Despertar), situado en las faldas del Almanzor, a unos 10 Km de Villanueva de la Vera, lugar de retiro de la Asociación Zen Taisen Deshimaru, en cuyo templo sus miembros pueden profundizar la práctica Zen en un entorno muy natural.

Muchos dirán que estos lugares de recogimiento son desconocidos y que aportan poco a la gente que vive en Acebo o en Villanueva de la Vera. Visto desde otra perspectiva, podemos apreciar que Extremadura es un territorio muy extenso donde pequeñas iniciativas sostenibles esparcidas por su territorio son posibles sin tener que pasar por el tráfico de influencias social, religioso o político, que tan de moda se ha puesto en Extremadura con la Ley Extremeña de Grandes Instalaciones de Ocio (LEGIO) y que se relaciona con el proyecto de la Fundación Lumbini Garden, proyecto empresarial que incluye en la pestaña de Información de su web a políticos y líderes espirituales junto con el acceso a ofertas de Turismo, Pashminas, bebidas energéticas naturales.

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Tampoco vamos asustarnos por este tipo de cosas en el mundo de los negocios y la política, pero aún no hemos superado ni la crisis de la COVID-19, ni la del cambio climático, ni la del colapso energético y sería deseable que la política se centrara en poner a salvo la salud y el futuro de los ciudadanos.

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El parque temático del budismo en Cáceres y la defensa de la biodiversidad en los secarrales

Después de conocer más detalles sobre la actividad empresarial de J.M Vilanova, creo que al venirse a Extremadura se ha encontrado un ambiente más favorable a sus proyectos. Es un empresario en quien Carmena confió por la propuesta de diversidad cultural que aportaría el templo a la ciudad de Madrid y con el que se colaboró para intentar tramitar la permuta de media hectárea en la zona norte de la capital, donde construir el templo con la estatua gigante de Buda. Pero el proyecto no fructificó con el cambio de gobierno en el consistorio y sobre el tema comentó, desafortunadamente, el nuevo alcalde Almeida: «Vamos, no destinamos ese terreno público para poner una Virgen de la Pilarica, lo vamos a destinar para un buda».

Vilanova promovía la Feria de la Naturaleza y el Turismo Sostenible en 2018 y 2019,y está ligado al sector turístico en varios países con fieles budistas interesados en que se conozcan sus culturas, y por ello invertirían en este proyecto. El no al templo budista, por parte del Ayuntamiento de Madrid,desanimó a muchos de los inversores que consideraban esa ubicación más interesante para sus propósitos que la de Cáceres, pero Vilanova se encontró con la horma de su zapato en Extremadura, pues Fernández Vara y Salaya iban a animarle ahora a recuperar a esos inversores escépticos de Myanmar (Birmania), Laos, Camboya, Sri Lanka, Tailandia, Vietnam, China, Mongolia, India, Nepal y Japón, junto con banqueros asiáticos e inversores en general, con su apuesta por el proyecto y sus viajes a Nepal para hermanarse, como ya había hecho Madrid, con la ciudad de Lumbini, la ciudad nepalí, Patrimonio de la Humanidad, donde nació Buda en el siglo V antes de Cristo y en la que se conservan sus reliquias.

Y es que el budismo es la cuarta religión del mundo que, con 500 millones de adeptos, el 7% de la población, comprende un conjunto de enseñanzas que buscan, a través de la práctica, la visión y terminación del sufrimiento humano, no pudiéndose considerar una doctrina en idénticos términos que al cristianismo o al judaísmo, ya que sus seguidores no veneran a ningún dios, sino que siguen las enseñanzas dejadas por un ser humano: el Buda Siddharta Gautama.

Como señala Manuel Gonzalez Campos en “El Árbol de Mundo: una visión de la naturaleza y la ecología desde la óptica del budismo”, para esta religión, la naturaleza no es algo externo al ser humano, sino parte de él y de su devoción. El Buda rechazó la existencia de un yo individual y separado, pero no la existencia relativa del ser humano con responsabilidad para influir en el proceso evolutivo propio y colectivo. Nos alentó a implicarnos en los problemas de tipo ecológico y social, como las emisiones que propician el cambio climático, la extinción de especies animales y vegetales que pueden afectar el equilibrio global del planeta, la alteración del ciclo del nitrógeno por el uso excesivo de fertilizantes en la agricultura industrial (que además de aumentar los efectos del cambio climático, contaminan acuíferos y cursos de agua) y otros límites sobrepasados por nuestro exceso de desarrollismo, como el nivel de acidificación de los océanos, la excesiva demanda de agua dulce, los cambios en el uso del suelo de forestal a agrícola y una lista extensa de problemas que nos acontecen por vivir de espaldas a la naturaleza, priorizando los negocios. Para el budismo, la primera noble verdad es que la naturaleza sufre estos problemas porque es un ser vivo, un todo viviente, coherente, autorregulado y autocambiante; una especie de inmenso organismo en el que los seres están conectados entre sí.

La tarea que tenemos por delante para afrontar todos estos problemas requiere del acuerdo de los diferentes países y culturas del mundo. Llevamos años con iniciativas mundiales por el clima, por los Objetivos de Desarrollo Sostenible, el Acuerdo de París contra la crisis climática, etc., y en la UE se está negociando el grado de compromiso necesario para reducir las emisiones de carbono. En el Parlamento Europeo, aunque según los cálculos de los científicos, para no sobrepasar 1'5 gradosde calentamiento habría que reducir en un 65% las emisiones de CO2 para 2030 respecto a 1990 (a un ritmo del 7,6% anual), se llegó al acuerdo conjunto de pedir el 60% de reducción. La Comisión había propuesto el 55% y ahora es necesario que el Consejo de Jefes de Gobierno de la UE decida en consecuencia con la grave situación del clima en el planeta. Se sabe que uno de los cambios drásticos para reducir las emisiones de CO2 es dejar de subvencionar los 150.000 millones de euros que se destinan a los combustibles fósiles, siendo el sector aeronáutico uno de los grandes receptores,e invertir esos ingresos por impuestos en la promoción de las energías limpias, en la protección de la biodiversidad y en la prevención de la salud, cuidando la naturaleza de la que somos parte contaminante pero también contaminable, como estamos viendo por la COVID-19, que no deja de ser más que un ejemplo de los nuevos patógenos que nos van a acechar en el futuro.

Todas estas medidas, de aquí al 2030, afectan al complejo budista de Cáceres. Por el lado positivo, el proyecto podría unir pueblos del mundo y tejer lazos entre culturas que valoran el equilibrio de la naturaleza de la que formamos parte, pero en la propuesta no se ha oído absolutamente nada de cuestiones climáticas o de la defensa de la biodiversidad (aunque ya sepamos que Fernández Vara piensa que a Extremadura le sobran las zonas de protección ambiental). Más grave es, incluso,que haya grupos ecologistas que han dicho que no se van a oponer porque el Monte Arropez es una zona de escaso valor natural, y ello pese a formar parte el citado espacio de la Red Europea Natura 2000 en virtud de la Directiva Europea de Hábitats (1992), para la protección de la biodiversidad de la UE frente al impacto de las actividades humanas mediante la conservación de los hábitats naturales y de la flora y la fauna silvestres de Europa. Pertenecer a esta Red, de hecho, convierte la zona en no urbanizable, según sentencia Núm. 134/2019 de 19 de diciembre de 2019 del Pleno delTribunal Constitucional.

Parece que, legalmente, se quiere introducir la actividad del centro budista como actividad recreativa compatible, entre las que se incluirían el turismo ornitológico, la caza, el turismo rural o la venta de productos ecológicos, pero esa excepción tendría sentido referida al impacto aislado de alguna de esas actividades. En este caso, se agrupan un conjunto de ellas, como podemos apreciar en los vídeos de promoción: aparcamientos, paseos acerados, tiendas de venta de productos, restaurantes, residencia de monjes, residencia de turistas, templos de diferentes religiones.Precioso todo, sí, y muy ajardinado, pero es una prueba de urbanización y eso contraviene la figura de protección establecida. Esperar, como dice ADENEX, a la Evaluación de Impacto Ambiental y a que el proyecto sirva para aplicar una restauración ambiental de la zona sin que sirva para permitir otras actividades de mayor impacto o la proliferación de otras construcciones que puedan afectar a las zonas protegidas parece, cuanto menos, ponerse de perfil y lavarse las manos.

Ecologistas en Acción alude a la Jurisprudencia que impide urbanizar en Red Natura 2000 y a que está en marcha una repoblación de quercus que devolvería al territorio el valor ecológico y natural que no debió perder. Sostienen que el Monte Arropez debería formar parte del cinturón verde de la ciudad de Cáceres, tan necesario para mitigar la crisis climática, de modo que se tuviera un bosque protector que sirviera de resguardo y freno a los fenómenos atmosféricos extremos. También se preguntaban el pasado agosto de dónde sacarían los promotores el agua necesaria para mantener el que aspira a ser el templo budista más grande del planeta cuando, justo ese mismo verano, el ayuntamiento había puesto en marcha la campaña del “Monstruo de la sequía”, reconociendo el alcalde de Cáceres que la ciudad tiene un problema grave de agua, el mayor en los últimos 20 años.

Parece que está en juego la defensa de la biodiversidad en un secarral al sur de Cáceres —que es por otro lado el entorno que tenemos en una ciudad como Cáceres, con problemas de abastecimiento de agua— y pensamos ingenuamente que el dinero de los inversores lo va a convertir, de repente, en un jardín con fuentes en las que flota la flor de loto. Como dice Fernando Valladares, biólogo e investigador del CSIC y especializado en la defensa de la biodiversidad, el cambio climático afecta a la sequía, por un lado, por los cambios en las precipitaciones, y por otro, en la demanda hídrica cuando hace más calor, más evaporación y más uso por parte del ser humano. Esto es un cóctel de al menos dos factores que conlleva que los recursos hídricos sean todavía más difíciles de gestionar. Son antiguas las tensiones con el trasvase del Tajo y esto, con el cambio climático, se está amplificando y va a ir a más.

Por los estudios de biodiversidad en los desiertos conocemos que la fauna y la flora de las tierras áridas aprovechan los manantiales efímeros alimentados por las lluvias. El pequeño saltamontes o el cactus no necesitan tanta agua como los jardines de un complejo que quiere abrir todo el año. ¿No habría un lugar más acorde con este uso? Si se quiere cuidar este proyecto quizás habría que empezar por ahí.

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