Cartas al director / 11 de diciembre del 2021

Cartas al director / 11 de diciembre del 2021

Cartas al director / 11 de diciembre del 2021

¿Cuándo el Estado perdió la autoridad?

Hace décadas que las cárceles del país, fueron tomando jerarquía hasta llegar a ser una escuela de formación del crimen organizado. Actualmente, solo se está cosechando el producto final; el desbordamiento delictivo que hoy vive el sistema carcelario es la suma de los errores del Estado, sociedad y familia.

Trilogía que ha servido para descomponer y alterar la paz ciudadana, donde todos estamos en peligro: niños, jóvenes, adultos, hombres, mujeres.

De la mano también, el Estado ha creado organismos de control, instituciones judiciales que en su interior han subnombrado, secretarías o unidades de transparencia, disciplinarias, lucha contra la corrupción; que en vez de ayudar a visibilizar el nudo del sistema mañoso, tapan las acciones inmorales que deciden más arriba para alimentar un sistema criminal, y, destructor de la vida y de los valores y principios de una nación. Leyes, alianzas, acuerdos, pactos, son la ruta para distraer los vejámenes que comenten a nombre de disque lucha contra la corrupción. Pactan con sociedades de dudosa procedencia.

Décadas atrás se informaba a la opinión pública que Ecuador, por su ubicación geográfica, los narcotraficantes estaban utilizando al país, como paso al narcotráfico; y con eso se contentaban los Gobiernos de turno. Mientras, silenciosamente, tomaban posición del territorio el narcotráfico y el crimen organizado. Se enseñaron a repetir “Ecuador es solo un paso del narcotráfico”, nadie alcanzaba a ver el rastro que dejaba las drogas.

Hoy todos suplicamos un ¡Detente!, pero no hay oídos: los presos entre sí, decidieron traer el infierno a la penitenciaria, y medir fuerzas con la autoridad; viven en un metro cuadrado, pero tienen todos los juguetes: dinamitas, armas, tecnología y los comisionados de los DD.HH., fuera de la celda garantizándoles que la autoridad va a respetar sus acciones y que sigan jugando al David y Goliat.Mientras tanto, familiares de las víctimas, repiten que los victimarios están pagando aquel refrán que dice: “al que a sangre mata a hierro muere”…

El desbordamiento de esta colada de lujuria por el poder de los presos, coloca al Ecuador como un país sin Dios ni ley.

Gobiernos que les acomodaron la cama a los presos; y, que cogobernaron por más de una década desde la clandestinidad, atizan el fuego del infierno penitenciario.

Cartas al director / 11 de diciembre del 2021

Un ‘SOS’ a las Naciones hermanas, a la hermana mayor (EE.UU.), es el grito del Presidente de la República, para que este genocidio, de decapitaciones, se detenga y se pueda restablecer el control.

Los defensores de la vida, en silencio oran y claman por que este horror termine, y se retome lo que hace décadas atrás declararon los terroristas de todos los países del mundo al Ecuador- país de paz.

Nos preguntamos, ¿cuándo el Estado ecuatoriano perdió la autoridad y soberanía, cuándo? Cuando subliminalmente se decía que pedir ayuda a la hermana mayor, EE.UU., era perder soberanía, mientras el marco legal del Estado se le cambiaba con una nueva Constitución, leyes e instituciones para el servicio de la mafia, con eso se despertó al maligno y no hay quien lo ahuyente. Un exorcismo a los responsables ayudaría alejarlo. No hay de otra.  

Carlota de los Ángeles Íñiguez Romero

¡Qué pena Quito querido!

La muy noble ciudad de Quito fue ultrajada, menospreciada, humillada, herida por los pseudo quiteños, sin valores, sin respeto, sin conocimiento de la trayectoria de la ciudad “Luz de América”.

La “Carita de Dios” presenció desmanes sin control. Acaso será porque se suprimió de la malla curricular las asignaturas formativas: moral, cívica, urbanidad, ética; tal vez por el aumento de gramos de droga que puede portar un ciudadano, o por la falta de autoridad dentro de la familia y en las instituciones educativas desde el llamado “código de ética” creado para socapar cantidad de anomalías.

Quienes vivimos en la época de oro de Quito nos preocupamos al pensar en qué manos queda esta hermosa ciudad, pues esta nueva sociedad sin criterio, sin patriotismo, sin amor a lo nuestro la convertirá en una nueva Sodoma que presagiará un final desastroso. Sin embargo, confiemos en que los “buenos” somos más y no permitiremos que los desmanes de este año se vuelan a repetir. Sonia Ximena Artieda

Temores

No puedo negar que últimamente me asaltan graves y frecuentes angustias que se acentúan cuando veo algunas noticias que aparecen en los noticieros.

Una banda de jóvenes que habiendo acompañado a su compañero de aventuras o actividades delictivas e su viaje al cementerio detienen la camioneta en la que se conducía el féretro, remueven la tapa, sacan al difunto del ataúd, y entre gritos y lágrimas lo montan en el asiento posterior de una motocicleta para darle un último paseo, al tiempo que disparan al aire varios tiros para despedirle y homenajearle; finalmente, lo devuelven a la caja mortuoria y continúa el peregrinaje al cementerio donde sería inhumado.

Todo queda registrado en el video que alguien tuvo la ocurrencia de grabar para luego difundir por los medios de comunicación, siempre dispuestos a difundir noticias truculentas. Alguien que fue mi compañero de aulas en el colegio de EE.UU. al que asistí hace 57 años se comunica conmigo por Facebook y me pregunta si esa noticia es verdadera y si yo he conocido de la misma, con lo que queda claro que también se difundió la noticia en los noticieros de Norteamérica, y posiblemente del mundo. Le contesté que había visto la noticia en los canales de televisión de Ecuador, que, posiblemente, los sujetos eran miembros de una mafia, y que sentía vergüenza por los acontecimientos. Se dice con razón que las normas del Derecho penal son reglas del deber ser, porque regulan las conductas y el comportamiento de los ciudadanos para que ajusten su forma de vida a lo que las sociedades civilizadas esperan de sus asociados. Y cuando ello no es posible, porque se descubre un quebrantamiento de dichas normas con una conducta contraria, que lesiona o pone en peligro un bien jurídico determinado, se instaura un proceso penal, regulado igualmente por normas que deben seguirse para culminar con una declaratoria de culpabilidad o inocencia del procesado.

Policías y fiscales se habrán cuestionado si la macabra despedida del amigo o jefe de la pandilla quebranta alguna norma del deber ser, al menos con una mínima base legal para iniciar un proceso y determinar una sanción, aunque sea leve. Pero, no habiendo tipo legal que describa una conducta de tan truculentas características cabe la impunidad aunque ello no exime a los seres pensantes a vivir con el temor de que algo no está funcionando en debida forma, tanto en el conglomerado social como en la mente deteriorada de sujetos que consideran apropiada su conducta, según las reglas de la pandilla que viven al margen de la ley. Que algo falló, es evidente.

Tal vez la causa se remonta a la falta de educación desde los primeros años de vida, o el incumplimiento del deber los padres de inculcar en el alma de los niños y adolescentes principios básicos de respeto a las personas y el deber de conducirse en debida forma en todos los actos de la vida.

Lo dicho llama poderosamente a la reflexión, aun a riesgo de dejar de mirar el celular o las pantallas de televisión en las que también encontramos noticias locales o disparatadas como la de la familia norteamericana que con gorros de Santa Claus alrededor del decorado árbol de Navidad, y con armas de grueso calibre que llevan en bandolera hasta los más pequeños le solicitan al ser imaginario que trae regalos cumpliendo los pedidos de la gente, que esta vez les traiga miles de proyectiles para su armas que exhiben con orgullo. Entonces, me asalta el temor de que este mundo está próximo a su desaparición.  

Ricardo Vaca Andrade

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